miércoles, 20 de noviembre de 2013

BRUNO Y LA SIRENA


Érase una vez, un niño, Bruno, que todas las noches le pedía a su madre que le leyera un cuento de sirenas. Aguardaba impaciente durante todo el día la hora de irse a la cama para escuchar aquel relato que le hacía tener vivo y presente su sueño de conocer una. 

El niño fue creciendo y, aunque su madre ya no le leía cuentos de sirenas, él quería seguir pensando que algún día conocería a ese ser mágico con el que todas las noches aspiraba soñar. 

Cuando se hizo adulto, un día de lluvia, mientras Bruno volvía a su casa del trabajo, se tropezó con una chica, con un brillo especial en su mirada, que corría apresuradamente como si tuviera miedo de la lluvia. De repente, la chica, del propio nerviosismo, pisó un charco y en tan solo 2 segundos vio convertidas sus preciosas piernas en una deslumbrante cola de sirena. 

Bruno no se lo podía creer, lo que tanto tiempo llevaba soñando estaba delante de sus ojos, y sintió temor  al comprobar que su deseo se había hecho realidad, así, en vez de acercarse a ella y ayudarla salió corriendo y no paró hasta llegar a casa. 

Cuando se secó de la lluvia, se dio cuenta de lo que acababa de perder, su fantasía. En ese momento, echó a correr en busca de la chica pero ya era demasiado tarde, había desaparecido, no estaba, lo único que quedaba al lado del charco fue una escama turquesa del mismo color que su cola. 

Ese día Bruno aprendió que no sirve de nada tener sueños si luego te asustas de ellos y no sabes hacerlos realidad.

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